Día 23. Respecto de “los mochileros” [Cuaderno de viaje]

(en Not in Our Name: Against US Aid to the Massacre in Gaza, Nueva York/Santiago de Chile: Sangría Editoria, 2014)

La tarde del 28 de febrero arribamos a El Chaltén, una localidad del oeste de la provincia de Santa Cruz, en Argentina. En el pueblo hay un sinnúmero de restaurantes, hoteles y hostales, y a pesar de que la temporada alta ya ha pasado, nos es difícil dar con alojamiento. Nos vamos dando cuenta que muchos argentinos de Salta y Tucumán mantienen en este lugar sus micronegocios durante la temporada veraniega para paliar

la crisis económica generalizada que afecta a las provincias del norte del país. Joaquín acota que El Chaltén podría tratarse del primer pueblo sin-historia, producido desde y por el neoliberalismo. Su ubicación a los pies del cerro Fitz Roy -o Chaltén en lengua tehuelche- y a orillas del Río de las Vueltas, es estratégica para el turismo, la única condición de su existencia. Se trata de una pequeña villa fundada en 1985 por un grupo de andinistas profesionales en pleno Parque Nacional Los Glaciares. Desde aquel año, el crecimiento económico y demográfico es ascendente pese a convertirse en una villa desierta fuera de temporada. Nuestra errancia por sus calles durante las primeras horas me hace reconectar con el ambiente multilingüe de Berlín: el alemán, el inglés, el español y lenguas nórdicas que no diferencio. Todas resuenan en un murmullo y la montaña a la espalda, como la propia Babel. Pero también el hebreo, una lengua ya escasa Berlín. Esta no solo se escucha, también se inscribe. Es posible constatarla en anuncios y letreros informativos que colaboran con el itinerario del viajero. A decir verdad, está por todas partes, incluso manuscrita. Una opción es que la realidad en ese lugar se construya en hebreo y desde allí se traduzca a las demás lenguas. Chilenxs y argentinxs, en un reduccionismo banal y centralista, no se diferencian a simple vista de israelitas. Es fácil confundirse. Son jóvenes, optan por agruparse, visten multicolores y portan bultos y aparatos de sonido al hombro. En contraste, los europeos del norte, van solitarios, bien vestidos y sus conversaciones son casi imperceptibles. En estos momentos hago Google search para indagar sobre la hipótesis de la segunda nación israelita en Patagonia. Fue el músico chileno Jorge González quien temeroso me habló hace un par de años y por primera vez sobre la penetración discreta del sionismo por esas tierras. Google arroja una serie de entradas sobre el llamado Plan Andinia, desarrollado a fines del diecinueve por el sionista T. Herzl, que en su obra El Estado Judío escribía: “la Society [of Jews] entablará discusión sobre el territorio que ha de ser tomado en posesión. Dos países tienen que ser tomados en cuenta: Palestina y la Argentina”. En la web es posible hallar algunas páginas escaneadas del libro, incluso con anotaciones anónimas y subrayados. Otra entrada, de 2013, propaga fotografías de Cristina K. firmando ventas de tierras patagónicas a Eduardo Elztain, presidente de la comunidad mundial judía. Los “mochileros” de El Chaltén comenzaron a llegar en 1976, señala un recorte de prensa sin referencia, y como parte del programa recreativo del “trekking” realizan relevamientos en la zona sobre el clima, la flora, la fauna y las riquezas potenciales del lugar. Muchos de los textos relativos al Plan Andinia, a los que es posible acceder desde Google, probablemente sean escritos por argentinxs. Está la vitalidad –eufemismo– de ese nacionalismo y la delación de la conspiración la intensifican por medio del uso de tipografías de estilo barato que adquieren una dimensión maquiavélica. Algunas llevan sombreado, como si desde las propias letras se desprendiera la muerte oscura que marchita todo a su paso. Esas mismas sombras describen la construcción de los túneles DUMB (Deep Underground Military Bases) que conformarían redes subacuáticas y que darían la posibilidad de hundir hasta a los submarinos que osen atravesar el paso en Cabo de Hornos. Bases militares subterráneas que funcionarían como refugios atómicos y de catástrofes naturales. Los DUMBs de los diferentes continentes se irían entrelazando a partir de la labor que realizan las “tuneladoras potentes”. Máximo número de kilómetros y de tramos posibles. Avances secretos, perforando silenciosamente los muros subterráneos que requieren de alianzas estratégicas. Uno de los documentos advierte de la influencia sionista sobre los ingleses malvineros, quienes no podrán resistirse a ceder sus territorios. La complicidad del gobierno de Estados Unidos respecto a los ataques actuales en territorios palestinos no distaría demasiado de la complicidad chilena o argentina, aunque el primero de estos gobiernos haya llamado a consulta a su embajador recientemente. Los ejércitos nacionales israelí, estadounidense, argentino y chileno se encargarían de mantener el secretismo y la discreción del desarrollo del proyecto. “Los rumores solo se disipan con otro aún más descabellado, nunca con la verdad”, señalaba Werner Herzog en uno de sus diarios. Abriéndonos paso entre “los mochileros”, ascendemos el 1º de marzo el monte Fitz Roy, caminata de extensas ocho horas si contemplamos el ir y venir vertical. Mientras Joaquín se recrimina en-sí-mismo el sinsentido de esta clase de caminar, los rayos enardecidos del sol penetran como proyectiles y yo me protejo cubriéndome con la kufiyya [كوفية].

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